Acceso a Internet en México

Nos falta voluntad, los presupuestos y el talento. Las oportunidades tienen fecha de caducidad, y el mundo digital no espera.

Internet se ha convertido en una poderosa herramienta para la competitividad y la transformación económica, política y social. El acceso a la red es ya un derecho humano de nueva generación, de acuerdo a la Organización de Naciones Unidas (ONU). Además, existe una clara correlación entre desarrollo y conectividad a Internet, por cuyos contrastes se vislumbra un futuro más desigual entre las actuales naciones ricas y pobres.

Siendo tan importante el acceso a Internet, la pregunta es: ¿Y cómo estamos en México? Según la recientemente publicada Encuesta Nacional sobre Disponibilidad y Uso de Tecnologías de la Información en los Hogares 2016 (ENDUTIH), que elabora anualmente el INEGI, en el país hay 65.5 millones de personas de seis años o más conectadas a la red, 2.1% más que en 2015. En cuanto al número de usuarios de teléfonos inteligentes o smartphones, estos crecieron de 50.6 millones a 60.6 millones entre 2015 y 2016, donde 81% dispone de conexión móvil. El total de usuarios de computadora disminuyó 4.3 puntos porcentuales en el mismo periodo, probablemente por la migración a dispositivos móviles.

Para dimensionar estos datos, vale la pena decir que los niveles de penetración de Internet en países como Corea del Sur, Japón, Reino Unido y Suecia, es de alrededor de 90%.

Se han logrado importantes avances en el establecimiento de sitios y espacios públicos con acceso a Internet a través de la Secretaría de Comunicaciones, al pasar de poco más de 10 mil a 101 mil entre 2010 y 2015.

Sin embargo, sólo 47% de los hogares mexicanos disponen de conexión a Internet, en un contexto donde las tarifas no han mostrado una reducción significativa como la que ha ocurrido en la telefonía móvil. El costo mensual del servicio de Internet ronda entre los 420 y 550 pesos para una velocidad de tan sólo 20 Mbps, mientras que el promedio de velocidad de descarga de los países que integran la OCDE, organismo al que México pertenece, es de 44 Mbps, más del doble.

Los datos de la ENDUTIH 2016 muestran un preocupante contraste: mientras que Baja California Sur (76%), Sonora (71%) y Baja California (68%) lideran la penetración de Internet en el país, los estados con mayores niveles de pobreza están a la zaga (Chiapas 13%, Oaxaca 20% y Tlaxcala 29%).

Los mexicanos utilizamos Internet principalmente para comunicarnos (88.9%), y para tener acceso a contenidos audiovisuales (81.9%) y de entretenimiento (80.1%). El 15.9% utiliza Internet para actividades de comercio electrónico, actividad que creció en 9.7% respecto de 2015.

En cuanto a grupos de edades, son usuarios de la red de redes 79.1% de la población entre 18 y 34 años, 50.6% entre 35 y 59 años, y 17% de mayores de 60 años.

De los datos de la ENDUTIH 2016, podríamos concluir que pese a las limitaciones de la actual una política nacional digital, la penetración de Internet sigue avanzando. ¿Por qué? Por la importancia que tiene para la competitividad personal, organizacional y como país. El mundo es ya digital y la economía del conocimiento es el futuro, y ello pasa por el acceso suficiente de Internet. Es momento de convertir el acceso a Internet en un derecho de los mexicanos y actuar en consecuencia.

Peor es el caso de la escasa creación de contenidos de interés a nivel local y nacional. Las TIC e Internet han demostrado que es un magnífico medio para resolver los grandes problemas nacionales. Aquí ha faltado el liderazgo del gobierno y de las organizaciones de profesionales de la tecnología.

Lastimosamente los datos de penetración a Internet por estado y ciudades exhibe una gran desigualdad: los estados más pobres son los más rezagados. Ello no es menor, porque la brecha digital en este caso puede condenar más al atraso futuro a los habitantes de estas zonas. Es urgente un agresivo programa nacional de inclusión digital.

Los datos son claros y permitirían mejorar el esfuerzo nacional en materia digital. Ahí está la información, ahora falta sumarle la voluntad, los presupuestos y el talento. Las oportunidades tienen fecha de caducidad, y el mundo digital no espera.