Asegurarse que todos los habitantes del mundo tengan un ingreso mínimo que les garantice la satisfacción de sus necesidades básicas es un propósito que ha estado en la agenda de la humanidad desde hace mucho tiempo. Además de la desigualdad no resuelta por los diferentes modelos económicos, recientemente se le suma ahora los efectos de la pérdida de empleos por el desplazamiento de los puestos de trabajo por la creciente automatización y robotización.

Y a ello, ahora se le agrega la inmensa disminución de empleos producto del cierre de la economía por la pandemia del Covid-19.

De ahí que ha regresado el debate en el mundo de la implementación del Ingreso Básico Universal (IBU), propuesto en México en la pasada campaña presidencial de 2018 por el candidato de la coalición Por México al Frente, Ricardo Anaya Cortés.

De acuerdo a Wikipedia, el “IBU, o Renta Básica Universal, busca cubrir a la totalidad de la población con un ingreso garantizado al margen de sus condiciones laborales, económicas o sociales. Un ingreso que permita la supervivencia básica mes a mes, garantizada por el estado.

Es una forma de sistema de seguridad social en la que todos los ciudadanos o residentes de un Estado-Nación o región reciben regularmente una suma de dinero sin condiciones, independientemente de que el ciudadano tenga ingresos recibido de otros lugares”.

El IBU busca elevar el bienestar de todas las personas, disminuir la desigualdad y la pobreza, al tiempo que se dinamiza la actividad económica, se impulsa el emprendedurismo y la innovación, y se fomenta la libertad y la cohesión social entre los habitantes de un país.

Además, permite:

  • Combatir la pobreza y la desigualdad dando condiciones mínimas de bienestar a todos los habitantes.
  • Dar una respuesta a los futuros desplazamientos laborales por la automatización de la producción.
  • Promover el emprendedurismo entre los jóvenes con un recurso que pueden arriesgar para hacer posibles nuevas ideas (innovación).
  • Crear un país con mayores niveles de libertad y dignidad al transformar el empleo (remunerado y no remunerado) en una actividad que dignifique y enaltezca a los mexicanos (no a la explotación laboral).
  • Impulsar en crecimiento económico a partir de fortalecer el poder adquisitivo de los habitantes.

Estamos hablando de un ingreso cuya cantidad es al menos igual al umbral de pobreza. Se paga a todos, incluyendo a quienes no lo necesitan, pero esto tiene importantes ventajas sobre el modelo actual de programas sociales focalizados:

  • Se generan importantes ahorros administrativos al eliminar los costos de focalización que tie nen las transferencias monetarias.
  • Se elimina el uso político de los programas sociales, ya que el IBU no se puede condicionar al voto o cualquier otro tipo de apoyo.
  • Se eliminan las trampas de pobreza, ya que los beneficiarios de programas sociales bajo el esquema actual no tienen incentivos a superar el umbral de pobreza por miedo a perder sus apoyos (si es universal, no existe este incentivo perverso).

En general, el IBU ofrece una mayor calidad de vida, al poder destinar tiempo a actividades que no son impuestas por la necesidad o el miedo.

La pandemia del coronavirus ha vuelto a traer el debate de la implementación del IBU y nuevos pronunciamientos y hallazgos. Una reciente encuesta elaborada por la Universidad de Oxford, identificó que 71% de los europeos apoya la implementación del IBU. El Papa incorporó este tema en su discurso de Pascua.

El Ingreso Básico Universal sin duda es controversial. Los distintos pilotos han dado elementos a favor y en contra. Pero lo que no se puede negar, es que este tipo de planteamientos son una respuesta que vale la pena explorar ante la creciente desigualdad y la pérdida de empleos ante la automatización de la industria, y ahora los casos catastróficos como la actual pandemia del COVID-19.