La pandemia de Covid-19 sigue ocupando el espacio público y generando saldos muy negativos para la sociedad, la salud y la economía.

Estamos en un punto donde el discurso oficial sigue chocando con la realidad. A pesar de las declaraciones del Presidente López Obrador en el sentido de que “hemos domado esta pandemia”, lo cierto es que, la simple observación del curso de las cosas, indica que falta todavía mucho para que el país pueda superar esta dura etapa de su historia reciente.

El Subsecretario Hugo López-Gatell había pronosticado el 4 de mayo que habría 6 mil muertos por coronavirus. Reconocemos que pronosticar este tipo de fenómenos inéditos no es una ciencia sencilla.

Pues bien, hoy llevamos cuatro veces más (24 mil) mientras persisten fundadas sospechas de un subregistro en la cifra real de fallecidos, debido a la no inclusión de personas que han perdido la vida en sus propios domicilios, a inconsistencias en la elaboración de las actas de defunción y a la falta de información pública de los enfermos y fallecidos por neumonía atípica.

El 16 de abril, en tanto, el Subsecretario había pronosticado para el día 25 de junio, el fin de la pandemia de Covid-19 en la Zona Metropolitana de la Ciudad de México. Por el contrario, el capital del país y los municipios aledaños, siguen en semáforo rojo.

Lo sucedido supera cualquier margen de error estadístico, echa por tierra cualquier modelo matemático, y da margen a pensar que ha existido improvisación, que se reaccionó tarde y mal.

Cabe señalar que esos mismos números que le fallaron a López Gatell fueron los que se utilizaron para calcular el número de camas hospitalarias, ventiladores, medicamentos y médicos y enfermeras necesarios para enfrentar la emergencia.

Las consecuencias: es probable que haya mexicanos que perdieron la vida cuando esto no debió haber sido así.

Se exhibe como un caso de éxito el que no se hayan saturado algunos hospitales por el Covid-19; sin embargo, como lo han señalado varios analistas, esto se ha logrado, en buena medida, porque se les ha negado el servicio a otros mexicanos que también lo necesitan, a los enfermos de cáncer, diabetes, enfermedades cardiovasculares.

Según lo dicho por Juan Ramón de la Fuente, ex Rector de la UNAM, ex Secretario de Salud y actual embajador ante la ONU; México no ha domado ninguna pandemia: el número de muertes y contagios sigue en su punto más alto. Las primeras pueden llegar hasta a 140 mil hacia octubre de este año, calculan algunos expertos.

México ocupa ya el lugar número siete a nivel mundial por número de decesos por Covid-19 en la base de datos de la Universidad Johns Hopkins, y es altamente probable que, al ritmo actual, hacia la semana que viene estaremos superando los fallecimientos registrados en España e Italia.

Mientras tanto, el Covid-19 se ha convertido ya en un asunto meramente burocrático: funcionarios del sector salud que se sientan todos los días a las 7 de la noche a presentar gráficos sobre las tendencias de la pandemia, mientras miles de mexicanos mueren o se quedan sin una fuente de ingresos.

Eso no es hacer política pública, la cual implica acción, implica autocrítica, apertura a la realidad, responsabilidad, visión y eficacia para resolver los problemas que afectan a los ciudadanos.

La Universidad Iberoamericana a través de su Instituto de Investigaciones para el Desarrollo con Equidad, dio a conocer, hace unos días, los resultados de una encuesta que valora los efectos de la pandemia en los hogares mexicanos.

De acuerdo con los investigadores de esa casa de estudios, la pérdida de empleos, la reducción de ingresos y la inseguridad alimentaria podrían elevar la línea de la pobreza de la población, en un contexto donde los nuevos pobres no podrán ser atendidos por la red de programas sociales de este gobierno, la cual se encuentra en su límite operativo y presupuestal.

El escenario se complica si se cumple el pronóstico del FMI, de una caída del PIB de 10.5% este año.

Es hora de sentarnos a discutir con seriedad qué es lo que podemos corregir, si es que todavía existe algo, para evitar que el desastre sea aún mayor, en lugar de continuar con la línea de confrontación y distracción que nos propone el gobierno.

Sí, la lucha por el poder importa, pero tiene sus tiempos y hoy lo que tenemos que discutir no son las elecciones del 2021, es la salud, son los empleos, son los caminos para que millones de mexicanos puedan salir adelante.